miércoles, 17 de agosto de 2011

Un afrodisíaco para la noche de la nostalgia



El amor también comienza en la cocina. Es más, es un excelente lugar para dar origen al deseo. La cocina siempre es un lugar cálido, y si en tu casa no lo es, ponete las pilas para lo sea. Una buena luz, un par de asientos, un cuadro, unos repasadores lindos, delantales, frascos, con semillas, fideos, arroz de colores, unas copas antiguas que trajimos de la casa de la abuela y unos sartenes colgados de una ganchera; todo puede resultar erótico en la cocina. 

LA COCINA es un lugar de magia, pasión, calor, aromas, sabores y alquimia; ¿en qué no se parece al erotismo y la sensualidad? Pues, se parecen en todo, es en la cocina donde se produce el milagro de la levadura, la transformación de los alimentos, la ebullición del agua, el crecer de un bizcochuelo, el derretirse de un hielo, el impulso sonoro al descorchar, la música al escanciar el vino en la copa, la insolencia con que nos invaden los aromas cuando destapamos la olla para ver como va el guiso; todo eso es muy sensual.

 Y ni hablar de la forma y los colores de frutas y verduras que se exponen con total desverguenza en el centro de la mesa, un mango, una banana, una redonda y fragante naranja que tienta a sorber su jugo, un tenso y rojo morrón que promete una salsa estupenda y; abierta y expuesta, una lechuga, fresca como una mañana de primavera. 
Entrar a la cocina y sentir olor a vainilla, galletas recién horneadas; o recibir en la nariz todo el impacto del comino, que muy atrevidamente rememora escenas de sexo en el oriente, porque el olor a comino es muy similar a la fragancia que emiten las feromonas femeninas en el momento de la excitación. 
Si quieren seducir a un hombre cocinen con comino, a una mujer con vainilla y clavo. Porque el comino huele a mujer y la vainilla a maternidad. ¡Ojo! Si a él no le gusta el comino, es un dato para tener en cuenta, ya que a la hora de la intimidad, habrá algunas cositas que no le gustarán, hay que prestar atención. 
La nariz es un órgano que no falla y no miente. Nos da señales de todo tipo, de miedo, de gozo y de aceptación. Oler y dejar venir los recuerdos que se asocian a ellos es una experiencia muy enriquecedora y por supuesto estimulante, sensual, provocativa. 
Invitar a cenar a una persona que nos interesa seducir es una gran idea. Esperarlo o esperarla con el delantal puesto, como si estuviéramos en plena fagina, pero sin olvidar estar muy elegante, limpio y vestido para la ocación. 
A las mujeres puede gustarnos un hombre de camisa blanca y pantalón oscuro con el delantal encima. La chicas podemos cocinar de falda y tacos, con una camisa un poco sugestiva. Olviden por favor el deportivo polar estirado en las rodillas y que a los hombres les queda holgado de atrás que los deja sin cola. 
Imaginen: una camisa blanca, con las mangas dobladas para no ensuciarse, un pantalón negro, fino, elegante y  bien planchado, perfume y barba bien prolija o cara bien afeitada.
Imaginen: falda a la rodilla, medias oscuras con línea atrás, tacos, camisa blanca o negra y encima el delantal con una moña detrás que tienta ser desatada... ¿puede o no ser sensual y erótico? Puede. Lo es.
Bien, después que estamos en la cocina, envueltos en aromas y vapores, con dos copas de vino servidas a mitad, una botella descorchada, una tabla grande con verduras encima, unos cuantos útiles de cocina desparramados y en varios platitos distribuidos "casi" al azar, unas aceitunas mojadas y brillantes, algo de maní, un trozo de queso picante y sabroso, unos tomatitos cherry limpios con las gotas de agua todavía en ellos; y la persona que invitamos llegó, se sacó el abrigo y se sentó en la cocina, estamos listos para dar la sorpresa final.
Le alcanzamos la copa de vino servida. Tomamos un trozo de queso parmesano, picante, muy sabroso. Lo cortamos en cuadraditos y lo colocamos en un lindo plato. Tomamos el frasco de la miel y comenzamos a dejar caer sobre el queso chorros de miel muy lentamente... y aprovechamos para mirar a los ojos a la persona mientras la miel cae descaradamente sobre el queso. 
Cubrimos bien los cubitos de queso con la miel. Tomamos el pimientero de madera y molemos al momento unos cuantos granos de pimienta negra sobre la mezcla. Nos acercamos a la persona con el plato y le pedimos que cierre los ojos, le acercamos a su boca un cuadradito de queso bañado en miel y salpicado con unos provocativos granos de pimienta negra... Ya saben lo que puede pasar, la miel se escurre sin pedir permiso por las manos, la boca y puede caer en lugares donde habrá que ir a buscarla... chuparse los dedos es solo el comienzo... queda a libre imaginación de ustedes lo demás... y luego un buen trago de vino tinto aunque también puede sar blanco o champan.

Espero les resulte emocionante el amor en la cocina.

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