miércoles, 14 de septiembre de 2011

Sopa, vino y amor en la cocina....


Era una tardecita tibia de primavera, llegué a casa y no había nadie. Estábamos enojados con mi marido y tratábamos de llegar tarde para no vernos y de algún modo castigarnos el uno al otro. Teníamos nuestros bien fundados motivos para estar enojados, y considerábamos que era el otro el que tenía que cejar, para poder llegar a un acuerdo. Entonces nos encontrábamos en la etapa de dolor y frustración porque descubríamos que el otro no pensaba cien por ciento como nosotros queríamos y además tenía el defecto de ser terco y no querer dar el brazo a torcer.
Llegué y encontré la casa a oscuras, en la penumbra de la tardecita las siluetas de los sillones me parecieron tristes y vacías. Encendí la radio, la computadora, la tele y las luces. Me sentía sola y esos aparatos prometían acompañarme.
Me senté en el sillón y apoyando el mentón entre las manos pensé "¿qué hago?, ¿cocino o compro pizza? pensé un rato largo, saqué cuentas del dinero y de la altura del mes. Cuando el mes comienza, por el 1 o el 2, el mes es bajito, pero sobre el 20 se pone alto y al final llega a ser inalcanzable, que loco ¿no? Consideré entonces la posibilidad de ver lo que había en la heladera. 
Tomé coraje y me dije a mí misma en voz alta "vamos a cocinar, eso siempre es bueno"
Cambié la música, puse algo brasilero, cadencioso, romántico y se me estremeció un poquito el alma. Miré para adentro de la heladera como si fuera la pantalla de la computadora, queriendo el ver el mundo, pero encontré un puerro, un trozo de zapallo cabutía, unas papas, un cuarto de repollo y algunas zanahorias marchitas y blandas. Me acordé de Jorge. 

"Voy a hacer sopa" y puse manos a la obra. Lo primero: ponerse el delantal y ver si queda vino. Una botella de cabernet sauvignon abierta con su tapón de metal en el rincón de la mesada me dio una alegría. Saqué una copa, una de color verde muy abombada en el centro, es decir con panza (como yo) que compré en la feria el domingo y me gusta imaginar que perteneció a mi abuela. Una copa sola, para una mujer sola. (drama).
Me serví el vino y tomé el puerro en mis manos. Firme, verde, largo, oloroso, una verdura noble con personalidad propia.(Pensé en Jorge). El puerro es muy útil en la cocina, ya que rinde y saboriza. Una tarta se hace con dos puerros y una sopa con uno solo. Pelé las zanahorias aunque no tienen cáscara, las dos papas y lavé bien el zapallo. Puse una olla en el fuego con un chorro de aceite (oliva, girasol, soya, arroz, o lino, o lo que tengas) y cuando estuvo caliente sacrifiqué unos cuantos dientes de ajo con piel y todo apretados con el cuchillo sobre la tabla para que se desparramen. Los dejé chillar un poco en la olla y previo un trago de vino, empecé a cortar las verduras. Primero las zanahorias en cubitos bien pequeños, luego los tiré en al olla, se quejaron. Ahora el puerro con todo y sus hojas.El trozo de repollo lo corté muy chiquito y también a la olla. Después las papas en cuadraditos y por último el zapallo con cáscara, porque allí se concentra el sabor. Agregué agua hasta cubrir todo. Un poco de sal, una pizca de pimienta. Busqué en el freezer algo para saborizar. Siempre tengo alitas de pollo congeladas, son muy económicas, sabrosas y sacan de un apuro, se pueden hacer fritas, al horno o en la sopa. Este era el caso, saqué cuatro y las puse en el agua. Los trocitos verdes del puerro y los blancos del repollo flotaban en la superficie. Tapé la olla para conservar los aromas. 
Caetano sonaba en la radio, dulce y cálido. Pensé en Jorge.
Busqué algo de pan viejo y encontré pan marsellés. Los corté en rodajas pequeñas y los puse en el tostador. Me entretuve un rato dando vueltas las mini tostaditas mientras la cocina se invadía de mañana de invierno, me acordé de los días en que nos levantábamos todos temprano, con los niños para la escuela, el revuelo era total, túnicas, moñas, mochilas, meriendas y nosotros, todavía muy enamorados uno del otro y ambos del proyecto (única forma en que se sobrevive a la crianza de los niños). Salíamos todos juntos y Jorge nos repartía a todos y se iba a su trabajo. Nos despedíamos con un beso apasionado y una promesa de llegar a la noche alegres y con ganas de hacer el amor. 
¡Uy, las tostadas! Las puse todas en una canasta con una servilleta roja. Busqué el queso, parmesano, que compro en la feria, gustoso, salado y tierno (como Jorge) Corté un cuadrado mediano y con el rallador que fue de mi abuela, uno con manijita, lo rallé en hilachas largas y finas. Ahora unas hojas de perejil fresco y a picar. Hmm... qué aroma suelta el perejil cuando uno lo corta, adoro el perejil, el ruido de la cuchilla en la tabla "taca taca taca" me recuerda a mi mamá. Siempre me gustó picar el perejil y si es con ajo mejor, con una cuchilla grande y afilada lo suficiente para dejar bien el perejil y todos mis dedos en sus sitio. Coloqué el perejil en pequeño bol de barro. Todo listo para llevar a la mesa. 
Saqué los manteles, uno grande, porque los individuales me parecen egoístas. Puse todo en el centro: queso, tostones, perejil, pan y galletas. ¿Un plato o dos? ¿Vendrá Jorge?
Fui a ver la olla. Al destapar una nube caliente y aromática me abrazó con urgencia, cerré los ojos y me dejé invadir, pensé en Jorge, ¿vendrá?.
Puse dos platos después de apagar el fuego, la sopa debe reposar antes de ser servida en hondos platos o tazones floreados. 
Subí la música, tomé un generoso trago de vino que me llenó la boca, y al tragarlo me dejó un recuerdo borroso de otra vida en el mediterráneo, bosque de pinos, agua salada y viento tibio. Un breve mareo, como de barco, estremeció mi cuerpo. Cerré los ojos y me puse a bailar en medio del solitario comedor. El olor a puerro, a perejil picado, a pan caliente y el sabor a vino en mi boca se adueñaban de mis sentidos. Las imágenes se sucedían como en una película, las vacaciones en Brasil en que fuimos con Jorge los dos solos, después de unos cuantos años de casados, fue como una segunda luna de miel, que vino genial porque primera casi no hubo. Así que esta vez, ya más grandes, con algo más de plata y muchas ganas de estar solos después de los niños, este viaje fue fabuloso. Jorge en Brasil era otro hombre, además del bronceado, estaba cariñoso, seductor, atrevido y con unas caipirinhas "falaba portugues" y a mi eso me puede, si un hombre lindo y al que quiero, además me habla portugués, me saco la ropa solita, jaja. En esos días nos reíamos mucho, nos tirábmos en la playa en la noche a ver estrellas, y nos besábamos como adolescentes porque nadie nos veía. ¿Y si ahora hiciéramos otro viaje? ¿Jorge querría? ¿Le seguiré gustando? ¿Vendrá hoy? Pero yo estoy tan enojada.... seguía bailando con los ojos cerrados... movía la cadera hacia un lado y otro, los hombros, las manos en el aire formando arabescos.. la boca semi abierta sintiendo el aire entrar y salir... entonando alguna estrofa aislada... di una vuelta.... dos.... y abrí de pronto los ojos.... allí estaba Jorge, sentado en el sillón del living mirándome... su camisa blanca un poco abierta, su saco negro al costado, una pierna cruzada sobre la otra y en su mirada un dejo de nostalgia.... yo abrí los ojos más grandes y exhalé un suspiro profundo desde el pecho y sin querer miré el cierre de su pantalón... me subió el rojo a la cara... Jorge se sonrió y con aire de dueño y señor, me hizo un gesto con el dedo "vení"... me reí nerviosa como si recién lo conociera... me acerqué, levanté un poco mi falda y me senté sobre sus piernas firmes y largas, sus manos me sostuvieron con seguridad, y un beso pleno de amor  me llenó la boca de deseo y el alma de recuerdos... todo mi ser dijo "te amo" y su cuerpo respondió para mí, como un hombre sabe hacerlo... una sola lágrima se coló en mi boca dejando su sabor salado, de alegría... "hay sopa de pollo" dije...entre un beso y otro.


La sopa supo esperar pacientemente conservando el calor y el sabor para nuestros cuerpos que la recibieron felices y cansados. La ocasión ameritó sacar otra copa y abrir otra botella, nuestro amor todavía estaba a salvo, solo necesitaba un poco de cuidado, de ver para adentro y rescatar los años compartidos, los errores y aciertos, y saber que estamos juntos.

No hay como la sopa de pollo para sanar el alma!
Hasta la próxima!

1 comentario:

  1. uauuu!! lo vuelvo a leer y me vuelve a emocionar!... es inspirador...

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